Me despierto
de tu lado
y me das esa taza
tan llena de tus palabras,
con una neblina pálida,
de un aroma tan fuerte
que me jala de cualquier sueños.
Me das la taza
y el calor se me imprime
en las manos,
como mapas,
como ríos,
como montañas;
huellas dactilares
de tu mano que sonríe.
Escucho la regadera.
El insomnio
es el peor de los males humanos,
yo lo he vivido en carne propia
durante días,
durante meses,
sentado en una cama mullida
que me ofrece sus brazos
como una madre sostiene a un bebe recién nacido.
Las ojeras inundan mi cara
como una ola eterna,
nunca rota por un rompeolas
ni por el cadáver de algún marinero,
siempre está la espuma,
como huella indeleble de su paso.
Veo el paso
de la luna y del sol,
como juegan una carrera
que nunca se termina,
a veces olvido
quien persigue a quien,
si el sol quiere tragarse a la pequeña piedra
o la luna quiere fundirse en un sueño abrazador.
Los sueños ya no me acechan
los he perdido todos,
ya no tengo porque temer
la muerte en diferentes planos,
mi cuerpo atravesado por balas,
mis amigos alcanzados por un perseguidor oculto
una sombra que siempre
esta sobre la nuca de alguien;
esa sensación de completa impotencia
cuando tus piernas fallan
(piernas de fideos, piernas endebles como la goma)
y caes
en un abismo liquido que se torna negro
no ha vuelto más.
Lo único que lamento
es no cerrar los ojos,
olvidar que me rodea
una pocilga putrefacta,
que tengo que esconderme
detrás de este lenguaje rimbombante,
de esta máscara del siglo dieciocho
que me queda tan bien,
para poder seguir adelante.
es el peor de los males humanos,
yo lo he vivido en carne propia
durante días,
durante meses,
sentado en una cama mullida
que me ofrece sus brazos
como una madre sostiene a un bebe recién nacido.
Las ojeras inundan mi cara
como una ola eterna,
nunca rota por un rompeolas
ni por el cadáver de algún marinero,
siempre está la espuma,
como huella indeleble de su paso.
Veo el paso
de la luna y del sol,
como juegan una carrera
que nunca se termina,
a veces olvido
quien persigue a quien,
si el sol quiere tragarse a la pequeña piedra
o la luna quiere fundirse en un sueño abrazador.
Los sueños ya no me acechan
los he perdido todos,
ya no tengo porque temer
la muerte en diferentes planos,
mi cuerpo atravesado por balas,
mis amigos alcanzados por un perseguidor oculto
una sombra que siempre
esta sobre la nuca de alguien;
esa sensación de completa impotencia
cuando tus piernas fallan
(piernas de fideos, piernas endebles como la goma)
y caes
en un abismo liquido que se torna negro
no ha vuelto más.
Lo único que lamento
es no cerrar los ojos,
olvidar que me rodea
una pocilga putrefacta,
que tengo que esconderme
detrás de este lenguaje rimbombante,
de esta máscara del siglo dieciocho
que me queda tan bien,
para poder seguir adelante.
Si me preguntaran
es contestaría que los desconozco,
que las frases que intercambiamos
entre risas y bailes,
se han acabado como
la tinta en un pergamino se seca.
Hay ropa y lugares
que no puedo dejar de ver
con esos ojos que alguna vez tuve,
son personas y gestos,
dientes y barbillas,
manos que parecen poseídas por la muerte,
estancados en un dique,
un pozo desértico
que lentamente se infecta de bacterias;
agua enturbiada por sales y
lágrimas;
hay gritos escondidos,
palabras nunca pronunciadas
en la luna del inescrutable.
Ahora tengo una sed que cala hasta los huesos.
El pozo se tiene que secar,
dejar que la arena lo cubra
como un manto cálido y purificador;
el reloj de arena cae grano por grano
en cámara lenta
dejando ver un brillo dorado
que opacará el verde del agua
que ya no me pertenece
hasta dejar una pequeña tumba
sin epitafio
y sin lápida,
una tumba para el olvido nocturno
que es el refugio del coyote y
la serpiente;
la memoria se evapora
como las últimas gotas
del río.
Lo que existió ya nunca sera
porque nunca fue, por que el espejismo
se desvanece entre las redes
del fuego y del delirio.
es contestaría que los desconozco,
que las frases que intercambiamos
entre risas y bailes,
se han acabado como
la tinta en un pergamino se seca.
Hay ropa y lugares
que no puedo dejar de ver
con esos ojos que alguna vez tuve,
son personas y gestos,
dientes y barbillas,
manos que parecen poseídas por la muerte,
estancados en un dique,
un pozo desértico
que lentamente se infecta de bacterias;
agua enturbiada por sales y
lágrimas;
hay gritos escondidos,
palabras nunca pronunciadas
en la luna del inescrutable.
Ahora tengo una sed que cala hasta los huesos.
El pozo se tiene que secar,
dejar que la arena lo cubra
como un manto cálido y purificador;
el reloj de arena cae grano por grano
en cámara lenta
dejando ver un brillo dorado
que opacará el verde del agua
que ya no me pertenece
hasta dejar una pequeña tumba
sin epitafio
y sin lápida,
una tumba para el olvido nocturno
que es el refugio del coyote y
la serpiente;
la memoria se evapora
como las últimas gotas
del río.
Lo que existió ya nunca sera
porque nunca fue, por que el espejismo
se desvanece entre las redes
del fuego y del delirio.
"No me des tregua, no me perdones nunca.
Hostígame en la sangre,
que cada cosa cruel sea tú que vuelves..."
---
V
No te voy a cansar con más poemas.
Digamos que te dije
nubes, tijeras, barriletes, lápices,
y acaso alguna vez
te sonreíste.
---
julio de poeta.
Hostígame en la sangre,
que cada cosa cruel sea tú que vuelves..."
---
V
No te voy a cansar con más poemas.
Digamos que te dije
nubes, tijeras, barriletes, lápices,
y acaso alguna vez
te sonreíste.
---
julio de poeta.
A una mujer
No hay que llorar porque las plantas crecen en tu balcón,
no hay que estar triste
si una vez más la rubia carrera de las nubes te reitera lo inmóvil,
ese permanecer en tanta fuga. Porque la nube estará ahí,
constante en su inconstancia cuando tú, cuando yo
-pero por qué nombrar el polvo y la ceniza.
Sí, nos equivocábamos creyendo que el paso por el día
era lo efímero, el agua que resbala por las hojas hasta hundirse en la tierra.
Sólo dura la efímero, esa estúpida planta que ignora la tortuga,
esa blanda tortuga que tantea en la eternidad con ojos huecos,
y el sonido sin música, la palabra sin canto, la cópula sin grito de agonía,
las torres del maíz, los ciegos montes.
Nosotros, maniatados a una conciencia que es el tiempo,
no nos movemos del terror y la delicia,
y sus verdugos delicadamente nos arrancan los párpados
para dejarnos ver sin tregua cómo crecen las plantas del balcón,
cómo corren las nubes al futuro.
¿Qué quiere decir esto? Nada, una taza de té.
No hay drama en el murmullo, y tú eres la silueta de papel
que las tijeras van salvando de lo informe: oh vanidad de creer
que se nace o se muere,
cuando lo único real es el hueco que queda en el papel,
el golem que nos sigue sollozando en sueños y en olvido.
---
Ceremonia recurrente
El animal totémico con sus uñas de luz,
los objetos que junta la oscuridad debajo de la cama,
el ritmo misterioso de tu respiración, la sombra
que tu sudor dibuja en el olfato, el día ya inminentemente.
Entonces me enderezo, todavía batido por las aguas del sueño,
Vuelvo de un continente a medias ciego
donde también estabas tú pero eras otra,
y cuando te consulto con la boca y los dedos, recorro el horizonte de tus flancos
(dulcemente te enojas, quieres seguir durmiendo, me dices bruto y tonto,
te debates riendo, no te dejas tomar pero ya es tarde, un fuego
de piel y de azabache, las figuras del sueño)
el animal totémico a los pies de la hoguera
con sus uñas de luz y sus alas de almizcle.
Y después despertamos y es domingo y febrero.
---
I
Ahora escribo pájaros.
No los veo venir, no los elijo,
de golpe están ahí, son esto,
una bandada de palabras
posándose
una
a
una
en los alambres de la página,
chirriando, picoteando, lluvia de alas
y yo sin pan que darles, solamente
dejándolos venir. Tal vez
sea eso un árbol
o tal vez
el amor.
---
julio de poeta ~.
No hay que llorar porque las plantas crecen en tu balcón,
no hay que estar triste
si una vez más la rubia carrera de las nubes te reitera lo inmóvil,
ese permanecer en tanta fuga. Porque la nube estará ahí,
constante en su inconstancia cuando tú, cuando yo
-pero por qué nombrar el polvo y la ceniza.
Sí, nos equivocábamos creyendo que el paso por el día
era lo efímero, el agua que resbala por las hojas hasta hundirse en la tierra.
Sólo dura la efímero, esa estúpida planta que ignora la tortuga,
esa blanda tortuga que tantea en la eternidad con ojos huecos,
y el sonido sin música, la palabra sin canto, la cópula sin grito de agonía,
las torres del maíz, los ciegos montes.
Nosotros, maniatados a una conciencia que es el tiempo,
no nos movemos del terror y la delicia,
y sus verdugos delicadamente nos arrancan los párpados
para dejarnos ver sin tregua cómo crecen las plantas del balcón,
cómo corren las nubes al futuro.
¿Qué quiere decir esto? Nada, una taza de té.
No hay drama en el murmullo, y tú eres la silueta de papel
que las tijeras van salvando de lo informe: oh vanidad de creer
que se nace o se muere,
cuando lo único real es el hueco que queda en el papel,
el golem que nos sigue sollozando en sueños y en olvido.
---
Ceremonia recurrente
El animal totémico con sus uñas de luz,
los objetos que junta la oscuridad debajo de la cama,
el ritmo misterioso de tu respiración, la sombra
que tu sudor dibuja en el olfato, el día ya inminentemente.
Entonces me enderezo, todavía batido por las aguas del sueño,
Vuelvo de un continente a medias ciego
donde también estabas tú pero eras otra,
y cuando te consulto con la boca y los dedos, recorro el horizonte de tus flancos
(dulcemente te enojas, quieres seguir durmiendo, me dices bruto y tonto,
te debates riendo, no te dejas tomar pero ya es tarde, un fuego
de piel y de azabache, las figuras del sueño)
el animal totémico a los pies de la hoguera
con sus uñas de luz y sus alas de almizcle.
Y después despertamos y es domingo y febrero.
---
I
Ahora escribo pájaros.
No los veo venir, no los elijo,
de golpe están ahí, son esto,
una bandada de palabras
posándose
una
a
una
en los alambres de la página,
chirriando, picoteando, lluvia de alas
y yo sin pan que darles, solamente
dejándolos venir. Tal vez
sea eso un árbol
o tal vez
el amor.
---
julio de poeta ~.