Me despierto
de tu lado
y me das esa taza
tan llena de tus palabras,
con una neblina pálida,
de un aroma tan fuerte
que me jala de cualquier sueños.
Me das la taza
y el calor se me imprime
en las manos,
como mapas,
como ríos,
como montañas;
huellas dactilares
de tu mano que sonríe.
Escucho la regadera.
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